Tras mucho
tiempo sin escribir una reseña (algo cada vez más habitual) vuelvo a mi reino
de letras azabaches para comentaros mi última adquisición. Se trata de El
enviado, de Joe Álamo (Editorial Kelonia). Un viejo conocido nuestro al que ya
reseñamos hace unos meses con dos novelas muy diferentes entre sí, Tom Z. Stone
y Lado Extraño. La primera novela negra negrísima con el tema zombie de por
medio y la segunda, una revisión de la literatura de fantasía infantil, pero en
un tono muy oscuro, mucho de hecho. Esta vez Joe nos trae una especie de
antología de relatos que no es tal cosa… Bueno, pasemos a la sinopsis y sigo
contándoos esto.
El Enviado
cumplirá con sus misiones allá donde tenga que acometerlas. El espacio y el
tiempo no son barreras, más bien peldaños, en su camino hacia los logros que
persigue. En su deambular, las vidas de distintas personas se cruzarán con
él.
Cada persona da nombre a las nueve misiones que componen este relato de sus hazañas, compuestas por nueve relatos independientes pero estrechamente ligados entre sí. Y terminaremos en el bar del Piojoso donde el autor nos contará dos historias breves e inéditas.
Cada persona da nombre a las nueve misiones que componen este relato de sus hazañas, compuestas por nueve relatos independientes pero estrechamente ligados entre sí. Y terminaremos en el bar del Piojoso donde el autor nos contará dos historias breves e inéditas.
El enviado
no es una nueva novela del autor. Ni mucho menos. Este título apareció en el
mercado hace unos años de manos de otra editorial que, por razones que ahora no
vienen al caso no supieron sacarle el partido suficiente. Por ello, Kelonia cogió dicho manuscrito, lo pulió, le realizó a la
maquetación un lavado de cara y le añadió al final de sus páginas dos pequeños
relatos que, mas tarde comentaremos.
Como decía,
aunque cada capítulo es un relato, todos están interconectados con la figura de
El enviado, un ser extraño, misterioso y de apariencia mundana. Él es que
relaciona cada historia con la anterior o con la posterior, y, aunque no queda
muy claro cual es su cometido, sí resulta de lo más interesante el punto de
inflexión que da a la histora cada vez que hace acto de presencia.
La prosa con
la que está escrita la novela, al igual que en sus otros dos trabajos aquí
reseñados es merecedora de miles de elogios. Siempre desde el punto de vista
del que esto escribe, por supuesto. Es directo y visual a la vez que narrativo
y con un toque sutil que le otorga cierta suciedad a su ambientación. Esos
escenarios pobres y sórdidos, transmiten un empaque a la narración que hace sentir al
lector el olor a café recién hecho o el pitillo del señor que está en la barra
tomándose un carajillo durante la escena. Porque sí amigos lectores, una parte
importante de la antología no es solo la del personaje principal, sino la de El
Piojoso, un bar de mala muerte y de ubicación indefinida en el que suceden
varios de los acontecimientos que se narran.
Cada relato
está centrado en un personaje distinto, cada uno con una historia independiente de
las demás pero que de alguna manera, encaja con las otras en algún punto de la
novela. Todos los personajes tienen su personalidad bien plasmada, llegando a
empatizar lo suficiente con ellos como para sentir el odio o el temor de los
protagonistas durante alguno de los pasajes de la historia. “El señor de los
caramelos” sin duda será el que más empatice con el lector, aunque para mí el
relato central titulado “El comienzo de la partida” es el mejor de todos ellos.
Entre medias
de todos los capítulos y a modo de interludio, hay dos capítulos bastante curiosos,
que narran de una manera muy sutil quien es este personaje misterioso, de dónde
viene y cual es su función. Para los más nostálgicos y amantes de los huevos de
Pascua, solo decir que estos tienen mucha relación con su anterior trabajo
publicado Lado Extraño. Y hasta ahí puedo leer.
En
definitiva una lectura muy amena que a mi no me duró ni un solo día (en parte
debido a su escasa extensión, y en parte por lo adictivo de sus letras) y que
es de obligada lectura para aquellos que hayan disfrutado de las historias de
Joe Álamo y de su peculiar narración, llena de golpes de realidad y de humor
socarrón y cínico.
No quiero
cerrar esta reseña sin comentar el excelente prólogo que corre a cargo de Alberto
Morán Roa, autor de El rey Trasgo, con unas letras exquisitas y una prosa que
no tiene parangón en el panorama actual español en cuanto a fantasía se
refiere. Esto, unido a la portada de Daniel Expósito, cada vez más presente en
la literatura de terror con sus fantásticas ilustraciones y a los dos relatos
finales a modo de regalo para todos los lectores, forman una excepcional
lectura que disfrutaréis sin duda en cada una de sus letras.
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