¿Para qué crear un mundo postapocalíptico de miles de páginas, lleno de locos, asesinos y bestias humanas, si con pocas palabras podemos hacerlo, y quizá mejor que en una trilogía?
Sin ser una maravilla de la narración, la misma se encuentra entre las más burdas, terribles y directas que me he encontrado nunca en mi vida literaria. No esperéis giros bruscos de los acontecimientos, cambios argumentales o sorpresas detrás de cada esquina. De esto no lo vais a encontrar en esta novela. Eso sí, si lo que buscáis es algo cargado de negatividad, desesperanza y brutalidad encarnada en el género humano, lo encontraréis a manos llenas.
No hace falta contar qué es lo que pasó en la Tierra para que se convirtiera en lo que es, ni tampoco a qué se dedicaba el protagonista ni cuántos años tiene. Todos esos datos se ven eclipsados detrás de la monstruosidad que ha dejado aquel acontecimiento en la mente humana. Porque, seamos sinceros, todo eso no habría hecho falta para encumbrar esta novela, de hecho solo habría servido para engrosarla y hacerla perder el tono oscuro que plantea durante toda su lectura.
¿Seríamos nosotros capaces de hacer lo que el libro nos relata durante su escaso recorrido? Seguramente cosas peores, pero lo que está claro es que este es un mensaje a seguir por todos nosotros durante una crisis de iguales características. Cuando la esperanza y las buenas voluntades brillan por su ausencia, la realidad y el ansia por sobrevivir salen a flote y son las únicas compañeras de nuestro viaje.
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