
Terroríficamente juvenil. Así se podría describir esta pequeña novela,(317 pág.), que completa la trilogía, sin que nada tengan que ver entre ellas salvo el espíritu errante y maligno que es el nexo común entre ellas, que comienza con El príncipe de la niebla y El palacio de la medianoche.
Una viuda asolada por las deudas dejadas por su fallecido marido y sin saber como criar a sus hijos Irene y Dorian, entra al servicio de un juguetero retirado en un pueblecito de la costa.
Allí, tanto la madre como los niños, correrán aventuras y desventuras que, en muchos de los casos, no querrían haber vivido. Conocerán la bondad, la amistad y el amor, pero tambien la agonía del sufrimiento y el miedo sin parangón.
Al más puro estilo Zafón es decir, narración pausada cuando debe y delirante a su tiempo, el autor nos traslada a situaciones descritas tan al milímetro que el lector sentirá miedo, o al menos inquietud, por los protaginstas.
Recomendada lectura de fin de semana, pues se lee fácilmente y en poco tiempo.
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