Una nueva incursión por el mundo zombi aunque esta vez es algo diferente.
De la mano de una colección de autores del género y basados cada uno de ellos en una foto-ilustración creada por Daniel a partir de una foto a modelos reales, nos encontramos una antología de relatos totalmente gamberra.
Empezando por un genial prólogo de Carlos Sisi, en el que sitúa al lector en la germinación de la idea primaria de esta obra, en la que Daniel da la vuelta a crear una historia a partir de una ilustración y dejando que la imaginación de cada uno de los autores estuviese marcada por unas pautas diseñadas por él mismo, vemos que tenemos algo distinto entre manos. Lo que estamos a punto de leer es erotismo dentro de unas narraciones cargadas de crueldad, desarraigo y miseria, veremos que cada relato es más sorprendente que el anterior e incluso más salvaje.
Abre el camino Juan de Dios Garduño, omnipresente en todo el volumen como veremos más adelante, con “Cuidad, chicas, allá voy”. El oscuro pensamiento de un triste y abatido perdedor dedicado en otro tiempo a la simple fotografía y que por morboso y cruel perversión se dedica a retratar a mujeres desnudas muertas antes del apocalipsis y, una vez comenzado este, a zombis. Afligido, cansado y paranoico, estamos ante la confesión de un personaje confundido o simplemente pérfido.
Con “Candy” de J.E. Álamo comprobamos como se inicia la depravación de este individuo cuando, para fotografiar a una enfermera no-muerta utiliza cebo y, escondido en las sombras, captura la imagen que desea. Lenguaje soez e indiferencia ante lo que los demás piensan de él, son la carta de presentación de este personaje.
“Angelina”, de David Mateo, nos muestra a una vengativa heroína cubierta de odio e ira que se dedica a buscar, cazar y dar muerte a la escoria no infectada que deambula por el mundo a sus anchas y que es pillada en una de sus actuaciones por nuestro fotógrafo salido. Oscuridad, odio, rencor y mención a anteriores superhéroes, marca este relato.
En “Alba” de Pepa Mayo nuestro “amigo” encuentra por casualidad una escena que, en otro tiempo, hubiese sido de lo más erótico y morboso. Un hombre atado a la cama desnudo y una mujer, también en cueros, que se contempla en un espejo con indecente sensualidad, con el hándicap de que ambos son zombis. Casual, doloroso y libidinosamente cruel.
En “Peggy”, de Athman M. Charles, somos testigos del desprecio del protagonista hacia una mujer que ansía por encima de todo ser la estrella y destacar. Con desdén, asco y vomitiva repugnancia nuestro “amigo” narra la vida pasada de esta chica y el camino obsceno que sigue hasta su agónico fin e, impasible, la inmortaliza en su enferma lujuria. Chulesco y miserable al más puro estilo matón de colegio.
“Sarah”, de Guillermo Tato, nos presenta un desalmado encuentro con una chica que, de manera milagrosa, le salva la vida y que, después de una tórrida relación espontánea, es entregada sin miramientos a las fauces de los no-muertos ante la vidriosa mirada de su cámara. Dulcemente feroz y duro, este relato nos enseña la pasiva violencia de su protagonista.
“Ada & Sofía”, de Miguel Aguerralde , cuenta el curioso y enfermizo trabajo que realiza nuestro “amigo” en casa de Ada que, acompañada de Sofía, pretende realizar una sesión diferente, zafia y sangrienta en el que la crueldad de una depravada mente crea una situación entre insana y desagradable. Brutal e impactante desde el principio.
“Sol & Luna”, de Alberto Morán Roa, narra una historia diferente, a pesar de su protagonista, que llena de dulce y ternura toda esta barbarie. En un encuentro casual, nuestro “amigo”, se topa en un callejón con dos enamoradas de las que una está infectada. Esto, en contra de lo que pudiera parecer, las ha unido más y, ante los ojos estupefactos del fotógrafo, terminan de forma increíble. Amarga y despiadada situación.
Alfonso Zamora Llorente nos trae “Noah”, un relato en el que volvemos a conocer la faceta más cruel de nuestro colega. Con premeditación y alevosía captura y encierra a una infectada y la somete a varios días de sesiones fotográficas hasta que, el hambre, multiplica la ira y la fuerza de la “chica” y escapa de su encierro, lo que provoca una huida y persecución mortal. Inhumano y atroz, te quedarás estupefacto.
Encerrado en la sala de autopsias de un hospital, nuestro socio contempla el despertar zombi de una preciosa mujer que ha sido abierta en canal. Cautivado por esa modelo se deja atrapar en sentimientos que no son propios de él. “Liggeia”, de Iván Mourin , es otra pieza frágil dentro de este puzle cruel.
Con “Zoe & Alexia”, de Carolina Márquez Rojas, volvemos a encontrarnos con otra relación lésbica imposible. Caminando por las calles se topa con dos chicas entregándose al amor, aunque una de ellas está infectada y la otra, en un principio, no lo sabe. Esto crea una ola de venganza que las lleva a las dos a un final previsible. Tierno, implacable y crudo no quedarás indiferente.
En “Libertad”, de Víctor Mateo, comprobamos la faceta más voyeur de nuestro “amigo” pues, con la excusa de comprobar el comportamiento zombi en la oscuridad, encierra a un grupo de ellos en una cerca y los observa hasta que, atraída por su olor, una espectacular “chica” se acerca al lugar donde él se encuentra y, después de unos pensamientos eróticos y lascivos, ha de salir corriendo ante la avalancha de zombis. Macabra y espeluznante situación.
“Mitsuko”, de Macu Marrero, es otra muestra de la enfermiza sociedad apocalíptica en la que se desarrolla este libro. Acudiendo al encuentro de una diosa de lo morboso, a la que debe una enferma devoción, nuestro socio sufrirá el dolor de contemplar una última orgía sin poder participar más que de lejos y tras el objetivo de su cámara. Perfecta sintonía entre el quiero y no puedo.
En “Sarah II “, de Fernando Polanco, volvemos a encontrarnos con una chica zombi a la que nuestro amigo había dejado morir ante su cámara. Ahora, y de manera fortuita, ambos se encuentran y por un momento los sentimientos hacen dudar a nuestro protagonista y creando una situación que a punto está de acabar con él. Una vez más gana la cobardía.
Y volvemos con Juan de Dios Garduño que con “Sandy, Mindy, Carla & las gemelas”, da una vuelta de tuerca en la morbosa sociedad post-infección que nos ocupa. Usando los más oscuros métodos nuestro amigo se entera de donde graban porno con mujeres zombis y acude al lugar para comprobar con sus propios ojos e inmortalizar con su cámara a cinco de las más famosas y “bellas” chicas del enfermo género que excita a la humanidad del momento. Pérfido y ruin desde el principio hasta el final.
Es en “Nancy”, de El Torres, donde nuestro “amigo” está a punto de morir bajo el ataque de un grupo de “lentos” que han conseguido, después de que cayera al suelo, rodearlo y, cuando ya daba por terminados sus días, una espectacular amazona rubia con un mechón rebelde, unos shorts raídos y armada con una motosierra, consigue salvarle la vida, lo que provoca en él una reacción entre la sorpresa y la admiración. Se hace notar lo pusilánime, huidizo y cobarde del protagonista.
En “Debbie, Patti & Wendy”, de Marc Gras, somos testigos de cómo la locura se abre paso en la cabeza de nuestro chico. Llevado por su enajenación se encierra en un cuarto dentro de un desagüe donde hay tres chicas Z y se realiza un corte para atraerlas y poder sacar una buena foto. Desquiciado y paranoico la situación se le descontrola y el humor negro aflora sobre un montón de escoria.
Leyendo “Araceli”, de Vicente García, nos damos cuenta de que en un mundo apocalíptico hay gente aún peor que nuestro sádico fotógrafo y que este posee algo de bueno en su corazón pues, movido por el rencor que le causa que la chusma superviviente y millonaria se valga del tráfico de zombis para satisfacer sus deseos más perversos y, si a ello le añadimos que una vez le gustó la chica y su perfecto cuerpo, se enfrenta a tres matones jugándose la vida para dejar en libertad a la que una vez había enamorado tantos corazones. Un poco de cordura en esta irracionalidad.
Nos volvemos a encontrar con la vengativa y llena de ira y rencor asesina de la que nuestro chico está prendado. “Angelina II”, de Voro Luzzy, nos presenta una danza erótica de esta homicida sin escrúpulos que ha capturado a una zombi y con la que interactúa de manera macabra ante los ojos embobados y extasiados del fotógrafo que nos acompaña en esta historia. Zafio, sucio y obsceno este encuentro no te será indiferente.
Ahora en “Karma”, de Tony Jiménez, regresamos al odio y la venganza que residen dentro de nuestro “amigo”. Esta vez la víctima es una chica que le ha rechazado una y otra vez y que, comida por la curiosidad, descubre el oscuro secreto de este que, llevado por la ira y el desprecio, la lleva a un lugar donde la inmortaliza siendo “poseída” por los muertos que se levantan. Barriobajero, chabacano y algo despiadado, observamos su naturaleza real.
Y seguimos con venganza pues en “Maya”, de Víctor Blázquez, encontramos más dosis de ella. En esta ocasión es otra chica que en el pasado no infectado ignoraba a nuestro “amigo” si o si y que viéndose ninguneada por los supervivientes de su alrededor decide unirse al fotógrafo de muertas para hacerse ver, pero el mal vive en el interior del chico que la procura un final de lo más agónico. Suave, lento y dulce, el peor de los odios.
Caótica situación en “Lucile”, de Marc Pastor, pues movido por la curiosidad, y gracias a los datos aportados por un mensajero, nuestro colega acude a una productora porno para la web que aún sigue grabando videos. La presencia de nuestro “amigo” provoca el caos y el infierno en cuestión de segundos, aunque para él solo importa la actriz pelirroja. Anárquico, desorganizado y bizantino es este intento de entrar en este mundo del porno web.
Es en “Frida”, de Darío Vilas, donde encontramos el lado más sórdido, oscuro y sadomaso del protagonista de toda esta erótica oscuridad. Envuelto en una sombría relación con una chica misteriosa que le lleva a sacar lo más negro de su ser, observamos como la dejadez y la implacable miseria humana abraza lo más siniestro, macabro y lúgubre de cada uno para llevarlo a realizar lo más prohibido del sexo.
“Arácnida & Irina”, de Cristina González Béjar, nos trae la petición de una de las chicas al fotógrafo de buscar nuevas experiencias pues Irina la ha vuelto a rechazar. Llevado por el morbo y la curiosidad, nuestro chico, accede y entre la premeditación y la casualidad, nos vemos inmersos en otro encuentro lésbico donde una de ellas está infectada. Cruel casi sin quererlo y maligno en su desenlace es otra muestra de maldad apocalíptica.
“Shiva”, de Sergi Llauguer, es un ejercicio de crueldad elevada a su máxima potencia entre seres humanos. Desgarrador relato al más puro estilo “Black mirror”, serie de televisión despiadada y atroz, que nos muestra hasta donde estaríamos dispuestos a llegar, o hacer , por comida y techo, y lo que seríamos capaces de pedir y obligar a hacer para entregarlo. Salvaje, crudo e inhumano es lo que contemplaremos en este relato.
De “Amanecer”, de J.J. Castillo, rescatamos la faceta menos agria de nuestro socio aunque no dejamos de lado su afán voyeur. Persiguiendo a un perro infectado hasta una casa, descubre en ella a una diosa tatuada de mirada vacía y salvajemente mutilada de cintura para abajo. Ensimismado y atraído por esos ojos perdidos, nuestro fotógrafo la inmortaliza con dolor. Cansado, aislado y malogrado empieza a pensar que todo tiene un final.
“Juana & Loli”, de Ángel L. Sucasas, es un ejercicio de resignación. Un ejemplo de traer al presente acciones pasadas para espantar ciertos fantasmas. Dentro de la grotesca situación que es tener a una chica infectada atada desnuda a una silla para fotografiarla, se le une el recuerdo pasado de una novia y una amante que también se “entendían” entre ellas y que provocaron en él cierta indignación. Y ahora, en este momento, la resignación se vuelve ironía con un retrato de las tres. Palabras cargadas de sátira y socarrona impasibilidad.
Y llegamos al final de la mano de Juan de Dios Garduño, pues el inició el camino, lo continuó y ahora lo termina con “Mi última página”. Una despedida en toda regla cargada de una emoción que viaja entre dos aguas. La comprensión hacia alguien que convivió, a su manera, con el horror, o la de los que han visto en él a uno más de los creadores y percusores de ese terrorífico mundo infectado. Dulcemente acabado, nuestro “amigo”, afronta su final como vivió, cámara en mano y en busca de una nueva musa.
Y cerrando el volúmen un making-of del autor contando los pormenores de la elección de las chicas para las fotografías, bocetos y algun borrador de las ilustraciones y las impresiones del propio autor.
Absolutamente distinto a lo que he leido, gamberro, canalla, brutal....podríamos estar horas diciendo cosas de esta obra y no nos quedaríamos cortos.
Gracias, Chuppy. Es una reseña impresionante... :D
ResponderEliminarMe quito el sombrero...GRANDE, MUY GRANDE!!!
ResponderEliminarA ver como superas ésto ahora, ya no esperemos menos nivel.
Parabens ;)