Las cosas no son fáciles tras la Guerra Civil. Una fría noche de diciembre, el pequeño Torcuato es obligado a abandonar todo aquello que ama cuando, debido a un desafortunado incidente, ingresa en un manicomio de Valladolid. El único lazo que conservará con su pasado será un viejo libro prestado, El maravilloso mago de Oz.
En los siniestros pasillos del psiquiátrico, Torcuato tendrá que hacer frente a sus propios miedos mientras intenta convivir con los extravagantes inquilinos que ahora comparten su vida. Pero lo que no sabe nadie es que en lo más profundo del centro, el mal ha cobrado forma y aguarda a una nueva víctima.

Aquellos que piensen que la novela va a guardar un tono similar al de Y pese a todo... por una parte están en lo cierto, aunque por otra yerran de manera escabrosa. ¿Y por qué ambas cosas a la vez? Muy sencillo. Si Y pese a todo... era una historia oscura, desoladora, de personajes abatidos por sus sentimientos, enfrentados a su pasado, El camino de baldosas amarillas lo eleva todo a la enésima potencia. Quizá no ahonde tanto en el pasado de Torcuato, pero una vez se vaya topando con los diferentes inquilinos del sanatorio San Juan de Dios, éstos no mostrarán en ningún momento trazas de un pasado evocador y tormentoso, pero, poco a poco, éste comenzará a asomarse por entre los barrotes del manicomio, hasta componer una melodía perfecta de la personalidad de cada uno. Pero sigamos con la historia y dejemos de momento a un lado los personajes.
Catalogar esta historia es harto difícil para mi. Que pertenece al género de terror es algo que no me cabe la menor duda, no por culpa de ese reclamo de su sinopsis respecto al mal que se esconde en las profundidades del manicomio, sino por lo crudo de los acontecimientos que se van sucediendo a lo largo de la narración. De hecho, ese mal del que hablo, no es nada en comparación con los otros males que encierra el manicomio, mas oscuros, más instintivos, más... ancestrales si cabe. Pero tambien es una historia de amor, un camino hacia los límites de uno mismo y un capítulo de la Guerra Civil pocas veces contado hasta ahora.
A la vez, la novela cuenta con una alegoría muy bien plasmada como es la similitud del título, con el verdadero camino que toma Torcuato hasta descubrir quien es él en realidad. Porque el camino que ha de recorrer hasta encontrarse con su verdadero yo, será arduo y doloroso, y deberá dejar atrás su niñez si quiere sobrevivir a lo que le espera, ya que sin su verdadero yo, será imposible superar las decenas de adversidades con las que se va a encontrar.
Pasemos ahora con el elenco de protagonistas que, sin duda es espectacular. Y lo digo porque aquí Juande se ha superado. La psicología de cada uno de los integrantes de este fantástico relato es tan real, que puedes creértelo a pies juntillas. Torcuato, Agnus, David... Da la sensación de que el autor pasó cientos de días con ellos entre esas paredes, compartió mesas y almuerzo con ellos y sufrió sus cientos de infortunios en su compañía, porque sino, difícilmente me puedo explicar cómo es capaz en tan pequeños trazos, dar forma a personajes tan desarrollados como los que nos encontramos aquí. Desde los anteriormente citados y verdaderamente principales actores de la historia, hasta sus acompañantes los Agapornis (ya entenderéis el apodo de estos dos personajes), pasando por Carlos el celador o por los Apolo y Sor Mateo, el director del Centro y su mano derecha, una monja algo especial. Además de todos estos, hay otro muy especial del que de manera intencionada no voy a hablar, pero que me parece muy interesante y que, por desgracia, Juande no ha sabido/querido explorar más profundamente, a pesar de que quizá podría haber dado mucho juego el conocimiento de parte de su pasado y su aterrizaje en el centro.
Pero si alguien se lleva la palma es Torcuato. Cuando le conocemos, es un chico retraido, vergonzoso, pero obediente y apasionado de la lectura. Sin embargo, el Torcuato que dejamos atrás, es otro muy diferente, increíblemente evolucionado y perfectamente explicado el por qué de su brusca evolución. Además, las voces que oye en su cabeza le dan un extra de personalidad a este paciente esquizofrénico, haciendo que el lector comprenda mejor su naturaleza al escuchar "en directo" los pensamientos del muchacho.
Y el final... ¿Qué decir del final? Pues que para mí, es bastante acorde con todo lo que narran sus algo menos de doscientas páginas. No es brusco, sino que se va acentuando a medida que va llegando al final de ese embaldosado amarillo, y a pesar de que vemos cerca ese fin de la senda de Torcuato, aun tenemos tiempo para sorprendernos varias veces antes de descansar del viaje.
Algo que me gusta del tratamiento que le ha dado Juande a la novela, es ese pequeño toque en la sinopsis, que nos apunta a algo "maligno" que acecha entre las sombras del manicomio, y que todos imaginamos como algo sobrenatural . Durante la lectura, al menos tres veces he pensado que aparecía esa malignidad supuesta, y tres veces me he sentido engañado como un bellaco pensando que ese era el momento en el que por fin aparecía. No voy a desvelar si aparece o no, o si es un evento sobrenatural o no, porque lo bueno del relato es la ignorancia de ese hecho y lo bien que el autor juega con ello. Pero en verdad lo utiliza de una manera perfecta.

A pesar de todo lo dicho, y el tono cruento que destina la novela, para mi, sobre todo es una historia de amor, difícil como todas ellas, y extremadamente cruel, tambien. Triste sería la palabra más adecuada si cabe. Os la recomiendo a todos encarecidamente, sea cual sea vuestro género preferido, ya que su ritmo ágil, su lectura sencilla y su preciosa historia, unido a lo escaso de sus páginas, son motivo suficiente para que todos se acerquen a las vallas de este espeluznante manicomio y conozcáis la desgarradora historia de Emilio Torcuato Palomo.
Por cierto, no quiero acabar la reseña señalando la poca vergüenza de la que hace gala su autor, bautizando el personaje principal de la historia, es decir, el Centro Psiquiátrico, con su propio nombre, San Juan de Dios, y además, precedido de un Santo. Lo dicho, una muestra más de lo irónico de su autor.
NO he querido leer entera la reseña ya que aún no he leído la novela. Creo que Garduño y Víctor Blázquez, junto con Castroguer probabemente, son los mejores escritores de este género del panorama español
ResponderEliminarMe alegra leer tu buena impresión. Un saludo
Este libero, del que he leído muchas reseñas positivas, lo tenía descartado.
ResponderEliminarVoy a tener que quitarte de mi blogroll!!!!
Estupenda entrada, paisano.
Besindios.
Acabo de terminar el "librito" hace un ratin, y todavía estoy flipando!!
ResponderEliminarLo primero ha sido pasarme por su página del Facebook para felicitarle y, de alguna manera ya que internet nos lo pone fácil, decirle los sentimientos que me ha despertado.
Cómo me ha gustado el libro!! Bueno, o no... No podría decirlo exactamente. Tú que lo has leído, sabes a qué me refiero, jejeje.
En fin, mu buena crítica de un muy buen libro.
Un besito!!
Madre mía!!! Otra ilustre bajando a los infiernos para comentar una reseña mía! Estoy que no quepo en gozo..
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado. La verdad es que a mi me ha sorprendido gratamente, porque no solo es una muy buena novela, sino que no da más de lo que necesita dar. Podría haber alargado todo hasta conseguir un libreto de cuatrocientas o quinientas páginas. Pero prefirió quedarse ahí, en esas escasas ciento ochenta, y dotar a la novela de la mayor coherencia posible.
Besazos guapa!!!